top of page

Oswaldo Guayasamín

Oswaldo Guayasamín (Quito, 6 de julio de 1919 - Baltimore, 10 de marzo de 1999) fue un destacado pintor, dibujante, escultor, grafista y muralista ecuatoriano.El padre de Oswaldo era un indígena de origen quechua y su madre Dolores Calero era mestiza.​ Su padre José Miguel Guayasamín trabajaba como carpintero y, más tarde, como taxista y camionero. Oswaldo fue el primero de diez hijos.Su actitud artística despierta a temprana edad. Antes de los ocho años, hace caricaturas de los maestros y compañeros de la escuela. Todas las semanas renueva los anuncios de la tienda abierta por su madre. También vende algunos cuadros hechos sobre trozos de lienzo y cartón, con paisajes y retratos de estrellas de cine, en la Plaza de la

SUS OBRAS 

 Los trabajadores, 1942.
En esta pintura su creador relata a un grupo de personas que regresan de un largo día de trabajar la tierra. Se puede apreciar que las personas están descalzas, con apenas las herramientas necesarias, lo cual pone de manifiesto las condiciones de precariedad que tenían los campesinos en aquella época para trabajar y que en la actualidad aún está vigente dicha situación. Por otra parte, también se puede apreciar la fortaleza y la solidez de la raza indígena.

 

 

Los niños muertos.

En este cuadro su autor describe un hecho que marcó su vida. Al respecto se puede decir que con el edad de 13 años Oswaldo Guayasamín vivió el periodo conocido como la “Guerra de los Cuatro Días”, donde uno de sus mejores amigos, Manjarrés murió producto de una bala perdida. Esta muerte sin sentido, dejó una profunda huella en el pintor, lo cual expresó a través de su obra.
 

 

 

 

 

 

Quito niebla verde, 1960.

Esta obra representa el profundo amor que sentía Guayasamín por su país, de manera especial por la ciudad donde nació. El primer cuadro que pintó de una serie fue Quito verde, en el año 1948. En esta obra se puede apreciar la importancia que se le brinda al conjunto de montañas que rodean a la ciudad, en especial el Pichincha, el cual representaba para el pintor una especie de animal vivo que cambia de colores acorde a las estaciones del año, verano o invierno, incluso si es el amanecer, medio día o atardecer.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ataúd blanco.

En esta obra el autor retrata la terrible situación en la que una familia debe enterrar a su hijo. En este sentido se puede destacar que constituía una costumbre en épocas anteriores que el entierro de los niños fuera en un ataúd blanco, lo cual era un símbolo de pureza debido a la vida corta que tuvieron. De igual modo los ataúdes eran decorados con pan de oro. No obstante, las familias indígenas al no poseer recursos económicos, realizaban este tipo de entierros con el papel brillante de las cajetillas de cigarros. Fue con esta obra que Oswaldo Guayasamín obtiene el Gran Premio de la III Bienal Hispanoamericana de Arte, en el año 1955.
 

 

 

La Marimba.

El autor en esta obra representó la danza y música del pueblo de la provincia de Esmeraldas. Esta comunidad catalogada como afroecuatorianos, danzan al ritmo de los tambores para ahogar sus penas y alegrar el alma.
 

 

 

 

 

Las manos de la protesta.
En su colección “La Edad de la Ira”, Guayasamín realizó pinturas trascendentales, entre las cuales se destaca la serie “Las Manos”, y dentro de esta serie la pintura referida a “la protesta” resultó ser de vital importancia, debido a que resume la actitud del ser humano frente a la injusticia. En este sentido, la injusticia representa unas manos insaciables de unos pocos, frente a la mayoría de la humanidad que sólo tiene unas manos de mendigo. De igual modo, la obra representa la marginación de los grupos sociales vulnerables dentro de la sociedad, por lo que la única alternativa sería la protesta.

Lágrimas de sangre.
Este cuadro el pintor lo dedicó de manera especial a tres personajes chilenos hacia los cuales sentía una profunda admiración. Estos personajes eran, Salvador Allende, Víctor Jara y Pablo Neruda,

Este último era un gran amigo del pintor ecuatoriano.

El cuadro constituye una reacción a los acontecimientos

que significaron el periodo de la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile.

 

El guitarrista.
En esta obra el pintor resume el dolor permanente y el sufrimiento de los pueblos gitanos, que transitan como nómadas por el mundo. Por medio de este cuadro, se persigue exteriorizar con el canto un poder desgarrador lleno de lamentaciones. De igual modo, se puede interpretar la presencia de un ritmo flamenco que nace del pecho del músico gitano y que al salir al entorno que lo rodea evidencia tragedia y dolor.}

 

Cabeza de Napalm.
Por medio de este cuadro el pintor ecuatoriano quiso expresar el rostro de personas inocentes durante el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Sentimientos como la angustia y la desesperación pueden apreciarse en el cuadro, además del dolor y el sufrimiento. Esta temática se hace presente en la serie de cuadros que desarrolló Guayasamín y catalogó como “La Edad de la Ira”. A la cual pertenece este cuadro. El principal motivo que impulsó la creación de esta serie fue la creencia del pintor respecto a que la crueldad del hombre necesitaba ser condenada una y otra vez, con el propósito de que la humanidad no olvide y no llegue a repetirse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Meditación II.

Este cuadro pertenece a una etapa de transición entre la serie “La Edad de la Ira”, y “La Ternura”. En la pintura se puede apreciar como su creador utiliza todos los colores de la paleta, que estuvieron ausentes durante los últimos 20 años de su labor creativa. La temática que se pone de manifiesto ya no resulta ser tan dura como la empleada en la “Ira”, por lo que parece dar a entender que el empleo de colores como el azul, el rojo y el amarillo le otorga al tema vida, amor y esperanza.
 

EDUARDO KIGNMAN

El arte puede colaborar en el proceso de salvación en su dimensión histórica. Para desarrollar este tema, propongo empezar por la experiencia del arte como punto de partida metodológico para hacer reflexión teológica. Al estilo de teologías como la de Rahner o la teología de la liberación, asumo que, epistemológicamente, podemos conocer a Dios en y mediante la realidad del mundo. Esto incluye, por supuesto, realidades estéticas. En consecuencia, tomar la experiencia del arte como punto de inicio para nuestra reflexión teológica es una opción metodológica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El carbonero (1934)

El segundo periodo abarca los años 40 y 50, época en la que Kingman vive por algún tiempo en los Estados Unidos buscando conocer lo que se está haciendo en el mundo del arte y buscando ampliar su manera de entender el arte en cuanto forma y contenido. En esta etapa, Kingman experimenta nuevos estilos: sobre todo explora en el abstraccionismo y en el cubismo (ver Figura 2). En cuanto al contenido, ya no se enfoca tanto en representar la realidad de explotación que vive el indígena ecuatoriano, sino explora temas de la vida cotidiana de este mismo grupo humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo, el prójimo (1959).

El tercer y último periodo de la obra de Kingman está fechado de los años 60 en adelante. Ya de regreso en Ecuador, el artista desarrolla su obra más madura. Sus trabajos siguen siendo figurativos, pero su manera de representar la figura humana es más geométrica y sobre todo hay un nuevo uso del color. Hay placer y soltura en el uso de colores primarios y brillantes. Sus temas se vuelven más universales. Empieza sobre todo a expresar sentimientos humanos como el sufrimiento, la esperanza, el amor y la ternura 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Agobio 1982

  1.  En casi todas sus obras, Kingman representa al ser humano. Su preocupación principal es este, su situación en el mundo, su realidad interior.

  2. 2. Aparece con frecuencia el tema del sufrimiento humano, sobre todo el sufrimiento causado por la injusticia social. Por ejemplo, aparece la figura del carbonero que, con su mirada cansada y desesperanzada, nos habla de la dureza de su vida y de su trabajo. Aparece el tema de los indígenas explotados por un capataz. Aparecen figuras humanas en actitud de agobio por el peso de la vida. Aparecen figuras pidiendo socorro al cielo. En sus obras, Kingman siempre representa el dolor humano con sensibilidad y respeto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lenguaje del pueblo (1997).

En efecto, en las obras de Kingman, hay un componente de indignación y de protesta social: una indignación y una protesta que él espera generar en todos aquellos que contemplen su obra.

¿Qué tanto logra comunicar su mensaje el arte de Kingman? ¿Logra provocar en nosotros sentimientos de compasión y de indignación ante el sufrimiento humano? ¿Qué tanto nos llega a mover y conmover?

En cierta medida, todo eso depende de cada receptor de su obra. Depende de las condiciones propias de cada espectador, de su historia de vida, de su capacidad de apreciar el arte, de su ideología, etc. El fenómeno o la experiencia del arte incluye no solo al artista como creador del arte, sino también al espectador como recipiente activo del arte9. En este sentido, el mensaje de Kingman está presente en su obra artística esperando ser percibido por sus recipientes, pero depende de cada espectador estar abierto a su mensaje para poder captarlo y dejarse mover por él.

bottom of page